Su nombre es Alonso, más no
importa su nombre. Metro de Santiago, estación Parque Bustamante. Con su acordeón
a cuestas, y afirmado de una de las manillas del gigante vagón, que en ese
instante está repleto por personas, aunque no es seguro, de que sean personas, Alonso mira el horizonte, y de soslayo la
mira a ella, la chica de los anteojos oscuros.
La cual coquetamente sonríe, con su mochila verde y sus labios pintados
color carmesí. Siguiente estación, la chica se baja y con ello el idilio se
marchita, no obstante alcanzan a despedirse, la chica desde el andén y Alonso desde
el vagón, levantando un poco las manos ambos, como si con eso pudieran
transformar su intrascendente viaje en un inoportuno amor. Estación Santa Isabel, ella se va.
De improviso, Alonso recuerda el libro que es
su es su especie de biblia, el principito; - me pregunto si las estrellas
brillan sólo para que uno pueda encontrar algún día la suya…