martes, 16 de noviembre de 2010

El último tiempo

Realmente no ha sido una vorágine, en lo absoluto, pero sí un período cargado de reflexiones, no siempre bien digeridas, pero que han logrado en mí cierta estabilidad, y eso siempre es bueno.

No podría explicar de una forma correcta lo bien que me ha hecho sentir andar en bicicleta, sólo entiendo que al sentir rodar los pedales, mi cuerpo se pone feliz. Como explicitar lo que acontece cuando, de una forma totalmente impulsiva, tomo mi bicicleta, me pongo mis guantes y gafas, y a continuación navego en esa velocidad inquebrantable pero controlada, en ese mar impetuoso de deseo y libertad. Hay veces en que creo que andar en bici (mejor si es sin manos), ver los árboles pasar a gran velocidad y sentirse exhausto, de tanto gozo, es lo mejor de la vida.

Lo cual no significa que los problemas se acaben, por el contrario. Los soliloquios continúan, aunque ahora no tan desgarradores, igual se hacen presentes. No obstante, la vida sigue, desgraciada o magníficamente continua. He ahí lo importante. Como lo plantea Henri Miller en uno de sus libros: “un mundo sin esperanza, pero nada de desesperarse”. Claro, no significa encerrarte y no creer en nada, sino más bien, comprender que muchas veces ocurren sucesos que están por sobre tus correspondencias o limitaciones y por tanto no puedes amargarte por su acontecer.

De ahí que haya decidido por fin salir. Encontrar gente agradable es un buen comienzo.
Aún así todavía no decido nada, o lo realmente trascendente todavía esta nebuloso. El que decidir hacer con mi futuro. Seguir con mis estudios, actualmente congelados o definitivamente cambiar de carrera. Pareciera un enrollo decidir cuando nunca lo has hecho, cuando nunca te han enseñado a hacerlo. Sólo sé que, de nuevo citando a Miller, “Haz cualquier cosa, pero que produzca gozo. Haz cualquier cosa, pero que provoque éxtasis”.

En ello estoy, de ahí que me tomara tanto tiempo para escribir de nuevo.